jueves, 28 de junio de 2007

CAPÍTULO QUARTO
EN DO SE PROSIGUE EL ANTERIOR RELATO

De este modo, un gran número de sennores i buenosome asomaron a mi banquetal. I no solo omes llegaron a la cita; toda una clase de animales domésticos, fieras salvajes i animales fabulosos o desos que llaman maravillosos (para que no se confunda a los primeros con los de las fábulas, que de fabulosos no tienen más que de corriente). I lo que fue de mi maior sorpresa, no solo grandes omes escritores, pensadores o grandes maestros, sino que también cientos de personajes que no sé si venir en llamar ficticios o literarios o reales: aunque no se me crea incluso el mismo rocinante con su amigo babieca estaban.
De cuanto en tanto llegaban, iban tomando los lugares que les creían correspondientes. Porque, si aún no lo has notado, amable lector, este mi carnaval, como dicen las lenguas vulugares, se me escapó de las manos. Todo se a
moldaba mejor con el desorden que con el orden, con sus raçones que con las mías. Entonces recordé una antigua frase que hasta entonces no le había cobrado atención. Habrás escuchado decir a los filósofos de antes que todo tiende al caos. I así fue que fue en aqueste mi non carnaval.
Murmuraban tanto como ejércitos de hormigas envilecidas, tronaban como manada de elefantes persas de asedio, rugían como cien leones enfadados i chillaban más que docenas de ratones callejeros.
Reinaba, entonces, el caos i el mundo repentinamente comenzaba a mudar su forma regular. El tiempo jugaba a correr de espaldas, una música diabólica como enérgica empezaba a llenar el ambiente de festividá, los banquesales eran servidos por centenares de reyes que cargaban extasiados vasijas i tinajas con vino i plenaban las copas de madera de cada uno de los cenatores, la luna salía, dibujando el adiós del sol que amanecía, la fuente de la plaza secaba sus entrannas i revitalizaba sus dentros con agua fresca i pura, i de lejos i de cerca venían las yentes disfrazadas, alocadas i enteradas de aqueste que no era más mi carnaval.
Confundido por la situación, pues nadie me ofrecía certezas de qué ocurría ni el asunto de tal ceremonia lograba entender, que iam dudaba si en efecto se trataba de mi carnaval o de otro de mejor rutina. Mui curioso me atreví a preguntar a un sujeto pequenno que
estaba despaldas a mí i así fue que respondió: -Simplemente, mi querido sennor, estamos en medio de un hermoso carnaval. No pierda raçones en descrifrar algo indescrifrable i disfrute que solo hoi es de posibilidá. Major fue mi sorpresa cuando descubrí que por su son de voz no era más que un mozalbet de campo, cuia edá seguramente no sobraba los diez u onçe annos.
Pues bien, deste modo fue que, no teniendo major afirmación que lograr i major explicación que tener, me sume a la vivura de tan grandioso carnaval. Antes de entrar, unas extrannas palabras me agolparon el juicio: "Que no has de cuestionar lo incuestionable ni entender cosas por habidas en donde no las puede haber. Imposible es que un solo ome haga un carnaval, pues ni aún viviendo desierto en una isla podría llevar a cabo tal propósito. El carnaval es, pues, de todos". I me sorprendí aún más cuando entendí que mi mente era la que me hablaba sin hablar io por ella... de tal guisa que en no catando agotra alternativa, me sumé a la gran fiesta que en medio de los mis ojos nacía i de forma de paula comencé a participar. Alguien anónimo me entregó una máscara i me sumó a su grupal. Como io viera que los discursos i palabras aladas que de ellos salieran eran dignas de un registro a lo póstumo, saqué mi libreta de medios alcornoques i me di en la félice tarea de inmortalizar cada momento que en aquel carnaval non mío se vivió.

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